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Hombres, mujeres y MWC. Tantrum



En este episodio voy a hablar sobre la Huelga Mundial de las Mujeres, convocada para el 8 de marzo; también de machismo y cultura heteropatriarcal, como la que existe en el Mobile World Congress. Por último, hago la reseña del primer número de Tantrum, una revista de relatos en formato libro.






Descargar el episodio 15 de In Cafeína Veritas: Hombres, mujeres y MWC. Tantrum (MP3. 22 Mb)

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Transcripción

Hola amigos y bienvenidos a un nuevo episodio de In Cafeína Veritas. En esta ocasión voy a hablar de la próxima huelga de mujeres que se va a celebrar el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, en el que muchos colectivos feministas y sindicatos han convocado la primera gran huelga feminista de la historia de España. Veremos como será y el alcance que tendrá el mismo día de la huelga, puesto que los medios tampoco es que lo estén anunciando a bombo y platillo. Más bien tratan de darle una cobertura mínima exigible, como para cubrir el expediente y que no se enfaden mucho las feministas. Parece que algunos columnistas opinan como Rajoy: “no nos metamos en eso”.

En fin, sea como fuere, la convocatoria ahí está y no se puede ignorar. Las mujeres son tanto como la mitad de la población, y si les da por no trabajar ese día pues algo se notará, ¿verdad? Para eso se hacen las huelgas, para que molesten a los poderes establecidos, esto parece que se le olvida a la gente, que quiere huelgas que no molesten, asépticas, insustanciales, para cubrir la papeleta. También algunos manifestantes actúan en estas lides como si la manifestación tuviera que ser una fiesta, con su batucada y sus disfraces. No sé, no me imagino a los mineros asturianos en el 62 organizando batucadas. Le quita un tanto de épica al asunto tomarse las reivindicaciones como si fuera una fiesta a celebrar. Digo todo esto porque donde vivo, en el centro de Barcelona, veo manifestaciones a menudo, entre los indepes, los tabarnios y los yayoflautas, y me parece a mí que estos últimos son los que se toman un poco más en serio la reivindicación que aspiran a conseguir.

En fin, el 8 de marzo habrá una huelga que debería ser secundada por al menos la mitad del país, si este fuera un país normal. Las ministras ya han dicho que van a hacer una huelga a la japonesa, es decir, van a currar más, ahí dando ejemplo, hay que ganarse el puesto no vayan a enfadar al gran líder. Las mujeres no van a trabajar y eso incluye el trabajo dentro de casa, que tradicionalmente se ha asociado a la mujer: las tareas domésticas. En fin, es comprensible que desde el gobierno no se sumen a una iniciativa que pretende una huelga, pero que ninguna mujer en el gobierno ni siquiera insinúe el tema de los privilegios masculinos en mayor o menor medida me hace pensar que están un poco jíbiris. Demasiada pasión por el líder. En fin, supongo que por dentro tienen algo roto, algo que ya nunca lograrán restablecer: la empatía.

Para poner en contexto, voy a citar directamente de la wikipedia, que de esto sabe más que yo, el porqué de la huelga este 8 de marzo: “El 24 de octubre de 1975 en Islandia el 90 por ciento de las mujeres del país abandonaron sus trabajos 24 horas en protesta por la desigualdad salarial. La idea de la huelga fue de una propuesta del movimiento de liberación de las mujeres Redstockings (medias rojas) de Islandia, un movimiento radical feminista fundado en 1970 en este país en la línea del que se creó en Estados Unidos en 1969.​ La huelga fue rebautizada como "El día libre de las mujeres".​ El 24 de octubre a las 14:30 (simbólico momento: transcurrido el 65% de la jornada laboral, porque el salario de las mujeres era el 65% del de los hombres), 25.000 mujeres abandonaron sus trabajos y tomaron el centro de Reykiavik. La marcha se repetirá con gran éxito en las mismas fechas de 1985, 2005 y 2010”. Hay que decir que en las últimas marchas han participado ministras del gobierno y otros estamentos de poder. Tal vez éstos sí que sean conscientes del momento histórico, en un mundo que gira inexorablemente hacia un neoconservadurismo que tiende a cosificar a la mujer y a valorarla según unos atributos canónicos de belleza y prestaciones, como cuando valoras el modelo de coche que te quieres comprar.

Hay una idea antigua como el sol con respecto al rol de la mujer que estamos a punto de vencer y es esa la lucha encarnizada que está teniendo lugar en nuestros días: la idea de que los hombres hacen y las mujeres muestran; que los hombres miran y las mujeres se dejan ver; o lo que es lo mismo, que el hombre es activo y la mujer pasiva, por naturaleza. Ahora esto ya no es así, y corresponde a las nuevas generaciones cambiar este marco mental, yo y las generaciones anteriores estamos perdidos para esto, somos y seremos machistas aunque tratemos de evitarlo, nos han educado para producir, no mostrar sentimientos y ser el guardián de la familia. El pater familias. El que lleva el pan al hogar, el hombre que provee. Es por esto que me siento inútil en los períodos en que no me sale el trabajo, en que he estado en el paro o ganando muy poco, porque sentía que no estaba haciendo lo que se supone que debe hacer un hombre: ser el motor económico de la familia, ser un hombre de provecho.

Este machismo latente, en el que he sido educado de forma inconsciente por la sociedad en su conjunto, es el que genera frustración a muchos hombres: se supone que tenemos que mandar, o al menos, producir. Para eso nos han preparado. Pero ¡ay! No tenemos poder para mandar ni tampoco producimos nada, ya que el mundo que nos crió ha cambiado y no se basa en el capital productivo, sino en el especulativo, y así de repente todos nos hemos vuelto un poco más inútiles. Este malestar masculino además se da de frente con la reivindicación femenina, y claro está, genera enfrentamiento. De un tiempo a esta parte oímos sin tapujos a energúmenos gritar lo de feminazis, como si todas las mujeres fueran Irma Grese. Los pocos privilegios que nos quedan a los hombres los batallamos como si fuera la última oportunidad de demostrar nuestra hombría, nuestro lugar en el mundo. Y la batalla es feroz: podemos perder el horizonte de expectativas para el cual nos han llevado de la mano desde la misma cuna. Asistimos a los últimos coletazos del monstruo feroz del heteropatriarcado… ojo, ¡que aún no está muerto! Todas esas prebendas, esas ventajas, esa seguridad en nosotros mismos (porque el mundo nos va a favorecer laboralmente por el mero hecho de ser hombres) se tambalea. Vamos despidiéndonos, diciendo adiós con las manitas, a los privilegios.

A este respecto de los privilegios masculinos me ha resultado muy revelador un reportaje de Ana Pacheco para la revista PlayGround, donde habla del Mobile World Congress a ojos de una mujer que no participa del evento, una mujer que simplemente quiere ver, desde el punto de vista periodístico / voyeur, cómo se reparten los papeles por género en tal evento. Dice en el segundo párrafo del artículo lo siguiente: “Así, de un vistazo: los hombres conducen y transitan de un lado a otro. Las mujeres sostienen cosas y permanecen quietas. Es la imagen habitual del MWC, a la que nos hemos acostumbrado.” Hay que recordar que esta semana en Barcelona ha hecho especialmente frío, llegando a nevar en algunos puntos, un frío como hace tiempo no se recordaba, así que más adelante la autora escribe: “El 80% o 90% son hombres. Las cifras son a ojo, pero resultan creíbles. Las mujeres están ahí de anuncio, vestidas con propaganda. Las que están afuera se congelan de frío. Las que están dentro —suertudas— miden más de 1,70. A cambio: ellas tienen que llevar tacones. Solo se me ocurre dar ánimo a las bajitas de la puerta diciéndoles que yo también estaría en su equipo, encargada de los trabajos más anodinos: indicar a los hombres dónde está el metro y sonreír con un letrero del centro comercial “Gran Vía”, que queda a escasos metros. Estamos a 2 grados y lo más abrigado de su uniforme es una especie de parka azul.” Más adelante, incide en el asunto económico, en la brecha salarial que algunos no quieren ver y que es más profunda de lo que parece, ya que no solo afecta al salario, sino al tipo de trabajos y a la dignidad del puesto, así la autora relata: “La diferencia salarial, además, es razonable: ella cobrará entre 180 y 200 euros (a unos 10 euros la hora). Los hombres cobran de base unos 400 euros. Esto me lo explica Jonny* (nombre ficticio). Hace cinco años que trabaja como chófer para el MWC. “Cobro unos 100 euros de base al día por 12 horas de trabajo. Luego, depende de las horas extras. Pero puedes llegar a alcanzar fácilmente los 1000 e incluso 1600 euros”. También habla de los “servicios especiales". “Yo nunca lo he tenido que hacer pero conozco muchas historias. ¡Incluso que el ejecutivo invite al chófer para ir de putas juntos!”.

Más adelante saldrá otro tema en el que todos los hombres hemos participado o nos han hecho participar: en el de la camaradería masculina, en el momento en que termina el trabajo y nos vamos de copas. Ahí en esos momentos de relax, donde lo de menos es el qué se hace o qué se toma uno, sino la ventaja que puedes obtener aprovechando el ambiente de camaradería masculina respecto a las compañeras de trabajo, que no participan de estos ambientes. Es en estos espacios informales donde se consiguen ventas, ascensos, encargos, trabajos y proyectos varios, donde da igual si tu compañera de trabajo o una aspirante a un cargo es infinitamente mejor que tú: por el hecho de no participar de las copas con tu jefe, de no darse un codazo al ver pasar a la camarera cañón, de no entrar en ese juego baboso de machotes, pues esa compañera o aspirante a compañera se queda a las puertas, ahí toda preparada con su carpetita de trabajos, relegada a un segundo plano. Ahí es donde se queda gran parte del talento femenino a las puertas de los puestos directivos. Las mujeres podrían acudir si quisieran a estos encuentros informales, y de hecho algunas van, claro, pero por lo general se tienen que ir antes (aquí entra en juego el concepto CUIDADOS), puesto que alguien les espera para cenar, por lo general, la familia, o simplemente porque no es un ambiente donde se sientan a gusto. Quizás porque se respira, de forma sutil pero penetrante, el aroma rancio del heteropatriarcado, ese pollaviejismo ilustrado que sabe que domina los resortes que hacen mover el mundo a su antojo.



Quizás por estas cosas, que por lo general no vemos los hombres, es que algunas mujeres van a la huelga del 8 de marzo. Difícil solución, esa camaradería masculina siempre da resultado. Y no solo se da en bares y clubs, también funciona online, en los grupos de Whatsapp, en los chats de videojuegos o en los foros especializados. Los hombres sabemos como construir nuestras redes de poder, sutiles pero eficientes, al margen de los caminos más o menos oficiales. Así somos, nos va a costar mucho cambiar, porque a lo bueno siempre se acostumbra uno.

Reseña: Revista Tantrum


En el apartado de reseñas del podcast voy a hablar de la revista Tantrum, un proyecto sin ánimo de lucro en el que se dan cita la literatura de género (ya sé que no se debería decir “de género”, pero no encuentro ahora mismo un nombre mejor que englobe a la fantasía, el terror y la ciencia ficción), y los juegos, dado que en cada número se incluye un pequeño juego de mesa en la contraportada. En esta ocasión el juego se llama Tzompantli “La torre de Cráneos” y es de Santiago Eximeno, autor conocido y reconocido en el mundillo literario y lúdico, que también ha escrito el primer relato de la revista. El juego en sí es exclusivo para la edición en papel, es para 2 jugadores y dura 5 minutos, vamos, muy Eximeno-style. La revista luego saldrá cada cuatro meses, por lo que son tres números al año, y la podremos comprar tanto en físico como digital en tiendas especializadas, por ejemplo en Gigamesh en Barcelona, o a través de su web, Impresiones Privadas. Cada número cuesta cuatro euros, un precio bastante ajustado. La revista está ilustrada por Cristòfol Pons, con un estilo sobrio y adecuado al formato, a mí me ha gustado mucho, dado que se aleja de la estética pulp de otras revistas para acercarse más al libro tradicional, cosa que creo que es un acierto. Quizás el logo de la portada sea lo que menos me ha gustado, pero eso no es importante, es que soy diseñador gráfico y a todo le pongo pegas. Sobretodo cuando no lo hago yo.



En cuanto a los contenidos de este primer número, nos encontramos con un primer relato de Santiago Eximeno titulado “Mesa”, en el cual se nos narra un futuro distópico no del todo alejado de lo que podría suceder en este mundo descarnado y despersonalizado al que muy alegremente nos encaminamos todos. En este futuro que nos plantea Eximeno, las clases altas ya están tan absolutamente deshumanizadas y tan hartas de disfrutar de los lujos, hastiadas de su propia falta de propósito, que optan por decorar sus mansiones de una particular manera que si la cuento aquí la destripo y no quisiera quitarle la sorpresa al respetable.

Luego, tenemos el relato “Cántico para una ciudad enferma” de Tomás Rivera. Se trata de un relato más convencional, en la línea de la ciencia ficción clásica, también sobre un futuro distópico pero tal vez más hollywoodiense, más peliculero todo, donde nos habla de un mundo separado por clases, pero separado físicamente por niveles, entre los niveles más bajos que efectivamente viven debajo y los más altos, aquellos que se pueden permitir ver el cielo. El relato va de la lucha de los oprimidos versus los opresores, que no está mal, pero no acaba de cerrar, en mi opinión, tal como me lo estaba imaginando. Del relato, me ha gustado sobretodo la atmósfera, como la mercancía robada que venden los peristas en los túneles: «¿Un reloj digital, amigo?¿Un transistor con frecuencia modulada?¿Videojuegos? Tengo lo último para Spectrum, Amstrad, MSX», en esa tónica retrofuturista es en la que deambulan los dos protagonistas principales de la trama.

El tercer relato es “La casa azul” de Sam García, a la postre el editor de la revista, o uno de sus editores. Se trata de un relato ambientado a finales de la década de los 40, en Estados Unidos, que engloba la obsesión celosa de un exnovio, las sectas de salvación eterna y la locura aparente. No puedo contar más que si no os destripo la trama y no es plan. Es uno de esos relatos en los que empatizas con el protagonista y te sientes mal porque es un cabrón bastardo, por lo que debo destacar la calidad literaria del mismo al conseguir este objetivo. No sé si estoy de acuerdo con el mensaje que transmite, pero da que pensar, y también supone un soplo de aire fresco con respecto a los otros dos relatos que, aunque diferentes en forma, son ambos futuros distópicos en el fondo, por lo que creo que se complementan muy bien. En suma, estamos ante un muy buen comienzo de la revista, que espero mantenga el nivel literario para los siguientes números.

Por último, cerrando el primer número, tenemos una breve entrevista al ilustrador de los relatos, Cristòfol Pons, donde nos habla de su proceso creativo, pero que se me ha hecho demasiado corta. A ver si para los siguientes números hablan más sobre el proceso creativo de las ilustraciones, esto es algo que siempre me ha interesado, el porqué se hace una cosa y no la otra, el mecanismo mental que te orienta a escoger una solución respecto a otras igualmente válidas.

Y esto es todo, espero que os haya resultado este episodio entretenido, tal vez se ha hecho más largo de lo que vengo acostumbrando pero así es como me ha quedado. Nada más, nos escuchamos en el siguiente episodio, ¡adiós!

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